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Mostrando entradas de mayo, 2010

Tormenta de ideas

Hubo un instante durante esa tarde lluviosa de otoño en el cual la idea pudo estirar las patas en ese escenario gris y desfilar su piloto color fluo, reluciente, impactante, reconfortante. Pero el viaje fue largo y cuando la tarde se convirtió en noche ella se transformó de mi idea más brillante al mayor de mis problemas. De un momento a otro, así como apareció, pudo rápidamente escabullirse entre el tumulto de camperas mojadas. Mi mayor incertidumbre era no saber si se había quedado ahí escondida, en el escenario sobre ruedas, repleto de cansancios, vacío de esperanzas aparentes e inundado de una contaminación sonora que me impedía pensar en algo que no fuera ese repertorio de melodías pegadizas, o si simplemente se había ido volando aterrada por el contraste de la situación. Esta era la foto: ella fugada, y yo allí, encerrada queriendo salir a pegar carteles de “se busca: se ofrece recompensa”, apenada por su partida. Otra vez me pasaba lo mismo: allá arriba estaba segura de que exis

Costumbres de colectiveros*

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Fans Un admirador espera y espera una mañana fría en una esquina al colectivero. Sabe que pasará como todos los días a la misma hora. Con el correr de los minutos van llegando más admiradores y se acomodan de manera ordenada, aunque algunas a veces no tanto, uno detrás del otro. Todos asoman la cabeza ansiando la llegada del colectivero. El primer admirador tiene en sus manos unas monedas y unas carpetas; el segundo tiene las monedas en el bolsillo y en las manos los guantes (o los guantes en las manos); el tercero, las manos en los bolsillos y las monedas en el monedero. El primero asoma la cabeza y... allí viene el colectivero. Al admirador le late el corazón fuerte de alegría y emoción, le sudan las manos de nervios y las monedas parecen resbalarse. -¡Hoy sí llego temprano al trabajo! –exclama por dentro mientras levanta su mano con gran entusiasmo para que el colectivero note que él está allí como todas las mañanas, esperándolo. Pero la ilusión del admirador se desvanece: el colect

Lunes otra vez: Aires otoñales

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Después de morirnos de frío con Tati en un aula ventosa de la facu , emprendí la vuelta a casa sabiendo que tengo que pasar la tarde estudiando. Mi habitual mufa de lunes frío se acrecienta con solo pensar en la aburrida materia que me toca rendir el miércoles y que por tener fama de "fácil" me tomé algunos días de vacaciones y la dejé olvidada. ¡Qué gran error! "La próxima no la dejo para tan adelante", me dije mintiéndome a mi misma porque las cosas aburridas siempre quedan para lo último. Entre planes estratégicos para terminar de leer todo, bostezos y algún que otro momento de siesta rodante transcurrió el viaje y por suerte el segundo colectivo me dejó en la esquina de casa. Bajé y cuando levanté la vista me esperaba uno de mis paisajes favoritos: la calle teñida de otoño. Caminar pateando un ruido a cada paso me hizo acordar a cuando volvía del colegio adentro de mi guardapolvo blanco y las hojas crujientes eran signo de "al fin llegué a casa"

Lunes otra vez: ¡Volví!

Después agitadas semanas de estudio, acné que pica mucho, media semana de vagancia y más acné que pica mucho, volví al ruedo... ¡con dolor de cabeza! Sí, empecé el lunes con la fuerte idea de faltar a la facu poniendo en la balanza los pros y las contras de ir y no ir: "si no voy después no entiendo nada pero no tengo ganas de tomar apuntes ni escuchar atentamente"; "hoy quizás entregan la nota del parcial pero ¡no sé si quiero saberla!"; "me va a doler más la cabeza si viajo en colectivo pero ¿y si justo hoy explican algo importante?"... Siempre pienso que a la mañana los males que uno tiene se maximizan (si hay un poco de dolor de cabeza, parece que va a explotar; si duele la garganta parece que tenemos una piedra que no nos va a dejar hablar) pero después, ya a media mañana, el calor de las actividades matutinas nos hacen pensar que "era una pavada, estaba soñando un sentimiento". Hoy yo no soñé un sentimiento pero sí reconozco que estaba