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Mostrando entradas de agosto, 2010

Sólo la historia de un enredo

Mientras recita su canción favorita, salta la cuerda una y otra vez por el caminito que la lleva hacia la puerta. Cada mechón del pelo lacio y largo hasta la cintura salta al compás de sus melodías y se alborotan al sentir las ráfagas de viento seco que viene del norte. Por fin sus pies la llevan a la casa y apenas entra ve la nota. “Buscá el vestido que tanto te gusta, desenredate el pelo y peinate con una trenza cocida. Vamos a lo de la tía, yo salí a buscar a la abuela, enseguida te paso a buscar. Mami”. Repasa en cada paso sus tres deberes “vestido, desenredarse y trenza, vestido, desenredarse y trenza...” El vestido es cosa muy sencilla, sin darse cuenta, está dando volteretas con su cuerpo y hace remolinos de viento que acarician el aire con su pelo, sí, al parecer, algo enredado. Toma y mira el peine verde un poco desganada ¿por qué para ir a lo de la tía Rosa tenía que desenredarse el pelo, si así estaba perfecto? En fin, tiene que seguir el segundo cometido de la n

Lunes otra vez: 23 de agosto otra vez

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Es lunes y es 23 de agosto. Hace 22 años papá estaba yendo a entregar un pedido de Azaleas a un vivero de no sé dónde pero tuvo que volver porque yo estaba por llegar, por lo menos eso cuenta la leyenda. Es lunes y, como saben, no es mi día favorito de la semana. También es 23 de agosto y no es un día que espere con ansias, a veces quiero que pase de largo. No es porque no me guste que me saluden, me manden mensajes o me llamen por teléfono. Al contrario, es una oportunidad para chusmear con quienes no frecuento a diario, recordar viejos momentos con los charlo seguido o volver a hablar con aquellos que no veo hace más tiempo. No es porque no me guste que me venga a visitar toda la familia y amigas (o me traigan regalos). Al contrario, me gusta participar en el murmullo de de gente que superpone sus voces queriendo hablar primero tan característico de nosotros. No es porque haya tenido malos cumpleaños en la infancia. Al contrario, muchos estuvieron cargados de primos, amigos y b

Señor, se le cayó esto

Son las 7 de la mañana en Panamericana y 197. Miro al piso y entre los pies que caminan ligero para no perder el colectivo, revolotean decenas de papeles que fueron cruelmente abandonados. Debajo del desparejo cordón hay agua que se acumuló de la lluvia de anoche, en ella flotan barquitos de botellas de yogurt , envoltorios de alfajores y se empastan coloridos papeles de caramelos masticables . El colectivo llega y la fila avanza mientras un señor termina sus galletitas y así nomás , sin siquiera hacer un bollito , tira el envoltorio que logra llegar lentamente y de manera zigzagueante a su triste destino, convirtiéndose en uno de los tantos que viajan sin sentido por toda la cuadra. envoltorio Por fin subo al colectivo y atrás quedan el arcoiris del cordón y los papeles que se pegaban en mis piernas soplados por el viento. Apoyo mi cabeza contra el vidrio, cruzo mis brazos y logro adormecerme por un rato pero me despierta el olor a yogurt de frutilla que inunda el ambiente. La

¿Más vale malo conocido que bueno por conocer?

Desde chico le llamaron la atención las luces. Pero por esos años los días se habían vuelto oscuros y duros. El terror de la población hacia lo iluminado había producido una ceguera masiva. Generó que ya no se aventuraran a mirar más allá de sus sombras. Pero para él las consecuencias fueron más severas que para el resto: una profunda pobreza y tener que practicar de contrabando el arte de cambiar y prender lamparitas . No entendía cómo se podían perder todo eso. El problema era que al hacerlo a escondidas, él tampoco podía descubrir mucho: solo unas cuantas miserias, muchos trapos sucios y si tenía suerte, alguna pepita de oro. En fin, era el mundo en el que le había tocado vivir y hasta ya había hecho amigos y todo. Una noche (es decir, cuando todos dormían, porque allí siempre era de noche) se aventuró a salir con su linterna a buscar bichitos de luz por las praderas azules. Pero de repente, y como en seco, la linterna dejó de funcionar. Algo fuera de lo común ocurría. No tenía mi