El último abrazo para siempre

"Que los cumpla feliz
que los cumpla feliz
que los cumpla la mechi guacho jaja
que los cumpla feliz...
Me, que la pases muy bien.
Te quiero mercedez."
 Juan Pablo Ligorria
23.08.10


Muy típico de vos escribir en un solo mensaje varias de las maneras posibles de nombrarme. Muy típico de vos escribir Mercedes con "z". Muy típico de vos transmitir alegría en un par de frases. Muy típico de mí imaginarte escribiendo o diciendo ese mismo mensaje en palabras (con risa y abrazo incluido).


Hace cinco meses que mi cabeza hace un trabajo constante de recolección de recuerdos. Casi siempre empiezo el recorrido de imágenes sobre Perón, caminando desde el colegio hasta Plazoleta con Nati y Pampa. Los cuatro caminábamos bastante lento, hablábamos de nuestras novedades diarias y  contábamos los "303" que yo perdía por ir con ustedes hasta ahí. A veces Pampa y vos sacaban sus dotes de hermanos celosos y buen... nos "aconsejaban" como hermanos celosos. Casi siempre me terminaba enojando, vos me hacías enojar. Pero esa época era como ahora, yo me enojaba por cualquier cosa. Nos peleábamos bastante, es verdad, pero siempre por tu culpa (ja! soy testaruda ¿y qué?). Lo que me enojaba, en realidad, era esa capacidad que tenías de dar vuelta las peleas: yo era la que estaba molesta con vos pero  terminabas hechándome toda la culpa a mí, convirtiéndote así en la víctima. A los pocos minutos, a las horas, después de unos días (o de todo un verano) estaba todo bien;  me decías "Siempre tan loquita la Mechi" mientras agarrabas la punta de mi nariz con el dedo índice y el pulgar (porque para vos tenía un cuadradito) y nos amigábamos, seguramente con un abrazo.

Sigo pensando y el recorrido continúa en el aula, en tu secundario en "cómodas cuotas", vistiendo la camperita celeste y marrón de Levi's. Como no veías nada, siempre te sentabas adelante, pero tu alma de paseandero no te dejaba quedar quieto. Vagabundeaba por varios lados hasta que llegabas al lado mío, me decías "dale Mechi, no jodas, correte que me siento ahí" y te sentabas entre Maga y yo, para molestarnos un rato. Creo que si revolvemos nuestras carpetas, muchos márgenes de las hojas están autografiados con tu  característico "Melly JP". Algunas veces nos mangueabas cosas, otras nos regalabas alguna golosina.
Si se te ocurría abrir la mochila, allí podíamos encontrar desde el libro "Rayuela" de Cortázar, hasta una crema para peinar Sedal o un mini celular de juguete. Metías la mano en el bolsillo, sacabas el celular, le corrías la tapita y marcabas rápido con un dedo mientras simulabas el sonidito de las teclas. No me acuerdo ni a quién llamabas pero te hacías el que hablabas con gente, así, con el celular en la oreja y el codo bien para arriba. A veces pensábamos que por fin se te había perdido pero el juguete siempre reaparecía de la nada.
Te encantaban los Beatles y Calamaro pero muchas veces se te pegaban hitasos como "La colaless", "con una cucharita que hace pum, pum, pum" y una canción de los rulitos de Johonson Baby Shampoo (jaja), entre otras. Lo mejor era cuando hacían un chiste en el aula o alguno decía algo gracioso porque se generaba un murmullo, pero cuando todos terminábamos y nos callábamos, se escuchaba una risa como para adentro que quedaba sola (porque te seguías riendo o porque entendías tarde), entonces todos soltábamos una carcajada. Era una especie de JI, JI, JI irreproducible. Te gustaba estar en el colegio, escapándote de las clases, chamuyándote chicas y apalabrándote a los profesores para que no te metan adentro del aula.
La esquina del colegio, a la salida, era el lugar y momento de mayor socialización del día. Ahí, y seguramente por tu culpa, conocí a personajes como Leíto, Gus, Pampa y Germán. Eras un celoso incurable pero eso no opacaba esa capacidad de integrar a todos generando conversaciones entre futuros y antiguos amigos a la vez. Bueno, es verdad que a veces las mujeres quedábamos un poco afuera, sobre todo los lunes, que a veces hablaban de las anécdotas (y minitas) que pasaron el fin de semana. También quedábamos afuera de tus conversacionenes con Manu, tenían un código de mellizos (o una papa en la boca) que consistía básicamente en decir clara solamente la última palabra de la oración. A veces te peleabas con "el Gordo" por cosas tontas, pero sólo por cosas tontas. Eran iguales pero diferentes. Muy  graciosos pero a veces era para matarlos. Bastante chamuyeros, vendedores de buzones. Molestos como ustedes solos pero, eso sí, bien cariñosos y amigueros.
Justo anoche soñé con él, con tu alma gemela, porque era así, eran el uno para el otro.  Estábamos en un lugar feo, no sé bien dónde, y yo le decía que vos ya no estabas, te habías ido. Él transformó la cara, tenía lágrimas en los ojos, entonces yo (por esas cosas mágicas que pasan en los sueños) le dije y pensé "No Manu, no es a Juan Pablo  tu hermano al que le pasó algo, es otro Juan Pablo, no te asustes". Le volvió el alma al cuerpo y me abrazó con esos abrazos fuertes que daban ustedes. Y me lo creí,  sentí que estaban los dos acá y salimos corriendo a buscarte a no sé dónde

La última parada del recorrido en la recolección de recuerdos es una mezcla de todo. Me voy quedando dormida y los recuerdos avanzan más rápido y difusos. Pasa el asiento de la vereda de Trevi y los chicos sentados ahí riéndose. También pasa esa vez que nos escapamos de ese mismo asiento con Denis para que Germán y ustedes no se comieran nuestro helado (sí,  fue idea mía ja!). Pasan tus anteojos todos rotos, tu mirada de cerquita y de costado al celular. Pasan tus relatos efusivos y con pasión sobre el club, el rugby y la ternura con la que hablabas de los nenes que entrenaban con Manu. Lo contento que estabas cuando ascendieron, siempre insistía que los vaya a ver jugar. Querías que todos los vayan a ver.  Pasan esas veces que íbamos caminando por Perón con Nati, de repente te dabas vuelta para mirar a una mina y nos dejabas hablando solas. Tampoco faltan tus mails, mensajes o llamados colgados dando señales de vida. Cuando te buscaba no te encontraba por ningún lado y de repente aparecías el día menos pensado (mi celular decía "Melli JP envió un mensaje" o se abría la ventanita del MSN con un el subnick de "qué noche Teté"). Pasan también los "¿cómo le va señorita?" samarreándome el hombro con la mano. Pasa la única vez que me viste llorar, tendrías que haber visto tu cara de susto. ¿Y esas dos vacaciones de invierno que estuviste enyesado?¿Fueron dos inviernos seguidos?... No me puedo acordar, no doy más, me empiezo a quedar dormida y sigo sin acordarme por qué  te enyesaron. No importa - me digo casi dormida - mañana le mando un mensaje al Melli, me saca la duda y nos reímos un rato. Me duermo con esa idea mentirosa que se convierte en sueño. Llega la mañana, suena el despertador.  Lo primero que pienso es en agarrar el celular pero ya no estoy dormida, la idea era un sueño y abrir los ojos me pone triste, muy triste. 

Eso es lo que no pude hacer estos cinco meses. Abrir los ojos. Pero ahora que los abrí, me doy cuenta que todo este tiempo estuve triste, que estoy más triste y es porque ya no estás. Se fueron los dos juntos. Y sí, extraño. Ya no eran tan frecuentes los helados en Trevi pero sí las charlas por MSN, los mails colgados o los mensajes graciosos. Y te voy a extrañar  un poco más cuando sea seis de junio y no tenga un borracho a quien mandarle mensaje por el cumpleaños. Y voy a extrañar mucho más tu mensaje a última hora de los 20 de julio. Pero más todavía voy a extrañar es hablar con vos los 23 de agosto, porque eras el más colgado, pero nunca te olvidaste de mi cumpleaños. Siempre te comunicaste desde algún lugar (aunque sea robando crédito, ratón ja!), para regalarme una risa pegadiza, un "te quiero, Me" y un "cuidesé, Señorita".

Últimamente lloro por cualquier cosa tonta o me enojo más que siempre por cosas sin sentido. Esas veces necesito un apretón del "cuadradito" de mi  nariz y un abrazo a lo Melli... Creo que lo que más extrañamos todos son esos abrazos fuertes, fuertes, con carcajada en el oído que te dejaban sin aire y te (des)acomodaban los huesos. Esos abrazos que no hacía falta que tuvieran motivos para darlos. Y lo que más me da bronca es que en mi lío de recolección de recuerdos no puedo encontrar el último. Quizás no haga falta encontrarlo. Por suerte nos dieron tantos, que todos juntos forman ese último abrazo y para siempre que va a durar para toda la vida.

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