Me mandé un moco
Mi tío Diego es de esos tíos que viven lejos pero que cada vez que venía de vista era divertido. A veces nos traía un regalo novedoso u original que nos dejaba sorprendidos o se convertían en nuestra ropa favorita por un largo tiempo: la calculadora de goma, las estrellitas fluorescentes para el techo del cuarto, el collar tipo africano con miles de mostacillas o el chicle que hacía un globo gigante como una pelota. Sin dudas para mí, el mejor fue la remera violeta con huellas de dinosaurios que brillaban en la oscuridad y que le regaló a mi hermano Tomás, siempre se la envidié. Es también el tío de la moto, al que le gustaba pasar por el medio de los charcos a toda velocidad. Es el tío con el súper lente en la cámara, el que nos sigue sacando fotos de bien cerca y se pone loco cuando salen los ojos rojos. Estuvo soltero hasta que tuve unos siete u ocho años y eso favorecía a que cuando nos visitaba éramos el centro de atención. El tema es que también es el tío jodón y que es monotemá