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Mostrando entradas de abril, 2020

Otoño soleado

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Un mes de encierro.  Debe haber sido el mes de otoño más soleado de la historia. O así pareció. Aunque ya no importa el pronóstico del tiempo, lo sigo mirando todos los días. Porque en estas circunstancias me deprimen los días soleados. No era lo que teníamos planeado para el final del verano: aprendimos a lavarnos las manos, a desinfectar todo lo que venga de afuera y a hacer barbijos. Muchos están aprendiendo a trabajar en casa y yo estoy medio harta del home office colectivo. Intentamos tomarnos el atardecer para hacer fotos y abrimos una carpeta en Google fotos que se llama "cuarentena". Como cuando nos vamos de viaje o como si fuera un capítulo aparte de nuestras vidas.  ¿Otoño con lluvia o sol?  A mí me gustaban más cuando lo podíamos mirar desde abajo. Pero si hay que elegir, en cuarentena prefiero nublado. Me hacen acordar a las tardes lluviosas de la adolescencia en las que nos suspendían educación física por mal tiempo. La vida nos daba una tarde libre para dormir l

Lo que más extraño

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Extraño los mates de mi papá.    Cuando era chica me gustaba acompañarlo a trabajar al vivero de Loma Hermosa porque ahí vivía mi bisabuela, la nonna Cristina. Ella vivía en una habitación grande en la casa de mis abuelos y ahí estaba la televisión, con cable, que en Nogués no teníamos. Además sacaba de una lata unos caramelos con paquete de frutilla y me decía Merceditas. Pero mi momento favorito era cuando papá dejaba de trabajar y ella lo esperaba en la galería con el mate. A un horario de la tarde calentábamos la pava, no dejaba que se hierva y me descubría si le metía agua fría. Para mí esa hora del día con papá y la nonna eran unas vacaciones adentro de las vacaciones, sentía que estaba escondida entre sus conversaciones y que era un momento solo de nosotros tres. Aunque estuvieran mis abuelos dando vueltas, era el ritual de ellos dos. No me acuerdo ni de qué hablaban, pero yo era parte.  Más de 20 años después, mi papá llega de trabajar del cultivo o de la huerta y hace mate par

La noche que el himno no sonó

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Anoche no sonó el himno a las 21. Supongo que el vecino que lo pone todas las noches estaba del orto como yo. Confieso que soy una larva y que el distanciamiento social es mi estilo de vida por épocas. Es fácil ser una larva cuando podés romper la cuarentena autoimpuesta desde los 15 años, tomarte un bondi a dos cuadras y llegar a cualquier lugar. También es fácil cuando el resto está distraído con sus propias actividades.  Pero ahora estamos larveando en masa y ya me cansé de que el home office se haya vuelto full life. También estoy cansada de no poder caminar mil cuadras mientras hablo sola o de hacer gimnasia mirando una pantalla. Y así.  Estar del orto no combina con dormir. Y adivinen qué, tengo insomnio desde que soy muy chica. A los 10 años me agarró una racha que quizás no fue tan larga, pero para mí se hizo infinita. A esa edad decidí que mejor no leía más el diario porque me hacía mal. Pero sí le entraba a los libritos de Mafalda completos en una noche, que es casi como leer

Un sueño recurrente

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  Tengo un sueño recurrente que volvió en cuarentena. Sueño que estoy en una situación que merece la pena ser retratada y justo no tengo el celular cerca, o me doy cuenta de que lo perdí o justo se me cae y se me rompe o la cámara no enfoca. Los que me conocen saben que más que un mal sueño, es una PE-SA-DI-LLA.  Mi memoria del celular no está llena de selfies sino de retratos y fotos falopa de los que me rodean. Soy proveedora oficial de recursos para hacer memes y stickers. En realidad la pesadilla soy yo, convivir conmigo y mi cámara.  Y la historia no arrancó con el smartphone, antes andaba con una Nikon pocket para todos lados. Por suerte hace unos años le encontré una justificación a este defecto: es genético (?). Mi abuelo sacó fotos desde sus 15 años hasta sus 84. Hay 70 años de registro fotográfico en diapositivas, papel y digital. Cajas y cajas y gigas y gigas de fotos. Por ahí se iba de viaje dos semanas y volvía con 7 rollos de fotos. Una vez se le rompió su primera cámara