Tormenta de ideas
Hubo un instante durante esa tarde lluviosa de otoño en el cual la idea pudo estirar las patas en ese escenario gris y desfilar su piloto fluo, reluciente, impactante, reconfortante. Pero el viaje fue largo y cuando la tarde se convirtió en noche ella se transformó de mi idea más brillante al mayor de mis problemas. De un momento a otro, así como apareció, pudo rápidamente escabullirse entre el tumulto de camperas mojadas. Mi mayor incertidumbre era no saber si se había quedado ahí escondida, en el escenario sobre ruedas, repleto de cansancios, vacío de esperanzas aparentes e inundado de una contaminación sonora que me impedía pensar en algo que no fuera ese repertorio de melodías pegadizas, o si simplemente se había ido volando aterrada por el contraste de la situación. Esta era la foto: ella fugada, y yo allí, encerrada queriendo salir a pegar carteles de “se busca: se ofrece recompensa”, apenada por su partida. Otra vez me pasaba lo mismo: allá arriba estaba segura de que existía un...