Costumbres de colectiveros*

Fans

Un admirador espera y espera una mañana fría en una esquina al colectivero. Sabe que pasará como todos los días a la misma hora. Con el correr de los minutos van llegando más admiradores y se acomodan de manera ordenada, aunque algunas a veces no tanto, uno detrás del otro. Todos asoman la cabeza ansiando la llegada del colectivero.

El primer admirador tiene en sus manos unas monedas y unas carpetas; el segundo tiene las monedas en el bolsillo y en las manos los guantes (o los guantes en las manos); el tercero, las manos en los bolsillos y las monedas en el monedero. El primero asoma la cabeza y... allí viene el colectivero. Al admirador le late el corazón fuerte de alegría y emoción, le sudan las manos de nervios y las monedas parecen resbalarse.

-¡Hoy sí llego temprano al trabajo! –exclama por dentro mientras levanta su mano con gran entusiasmo para que el colectivero note que él está allí como todas las mañanas, esperándolo.


Pero la ilusión del admirador se desvanece: el colectivero ya recolectó una multitud de fanáticos esa mañana.

- ¡90 por favor!** – exclama con una última esperanza de quitarle una
sonrisa a su ídolo y expresándole su admiración.

El colectivero parece percatarse de la frase, pero, al parecer, no es el primero que se lo dice y no responde lo que el fan esperaba: solo aprieta sin mirarlo un botón que le indicará al admirador qué cantidad de dinero debe ingresar en su máquina expendedora de autógrafos, para obtener uno de esos papelitos. Entonces, el admirador recuerda para qué eran las monedas.


-¡Lo que es la tecnología! –piensa el admirador aún más desilusionado y guarda el autógrafo codificado y automatizado dentro de su bolsillo.


El problema es que los fanáticos no saben que, para el colectivero, ellos son solo presas que van tomando y luego desechando en el trascurso de su recorrido. Solo eso. ¡Y pensar que ellos lo esperan con tantas ansias y el colectivero solo lo utiliza para poder alimentarse!



Recorrido caótico


Un colectivero sigue, como de costumbre, el mismo recorrido a pesar de que esa mañana el tránsito está imposible. Sabe que debe terminarlo a horario y hoy se le está haciendo imposible. Quizás por eso, en cuanto puede aprieta con más fuerza el cuadrilátero metálico para acelerar la marcha.

El señor amarillo señala con su luz roja que debe parar. Pero hoy está imposible el tránsito, esa parada le costará muy cara. Cuando la luz verde del mismo señor amarillo anuncia que hay que seguir, una fila de autos perpendiculares a él no lo dejan pasar. Utilizando el círculo que tiene delante y sacando la cabeza mientras exclama dulces melodías de aborrecimiento hacia los demás conductores que no lo dejan seguir, logra salir del embrollo. Pero justo cuando suspira de tranquilidad por su gran proeza ve que un admirador extiende la mano indicándole que debe detenerse.

Los admiradores hoy son demasiados. ¿Por qué justamente hoy tanto fanatismo hacia él? Parece que están de paro los subterráneos. Los fanáticos hoy expresan su admiración más que de costumbre:

- ¡Cómo puede ser! ¡No pararon dos antes!

Con un “dale que nos vamos” y un “cuidado que cierro la puerta” logra salir de un nuevo problema. Pero otra vez la luz roja indica que debe detenerse y, mientras tanto, un fan que al parecer se quedó dormido, toca la puerta para reclamarle solo uno de sus autógrafos. Y sí, hoy será imposible llegar a tiempo, pero debe hacer lo imposible para lograrlo.



Charlas


Un colectivero circula con su transporte por una avenida poco transitada. Es un día de primavera, de esos que dan lugar a una ventanilla abierta. No hay presas a la vista y solo tiene en su poder algunas pocas.

El clima y el solcito cálido le levantan el ánimo. Están las condiciones dadas para socializarse. Se mira al espejo, se arregla un poquito y arranca nomás. El primer hombre amarillo que marca la luz roja lo hace frenar, pero esta vez decide hacerlo justo al lado, no detrás, de su compañero con transporte número 117. Entusiasmado abre la puerta demostrándole a su par que está con ganas de charlar.

- Pepe, qué pesado estaba el tránsito ayer a la tarde, no llegaba más – le dice al otro colectivero.


- Sí, encima se le rompió el coche al Gordo, cortó todo el tránsito y el Negro tuvo que subir a todos sus pasajeros.

- No, no me digas. ¿Otra vez? Ésos no aprenden más, tienen que dejar la 332.


- Noooo, cuchame: el problema es que no sabe identificar qué tiene. Si se hubiera dado cuenta antes...

La luz ya está verde, hay que continuar. Se arregla el pelo antes de acelerar y ya está listo para su próxima conquista.



* Texto inspirado en el relato Supervivencia del más inepto, de Ana Laura Tomatti, en http://tramandoletras.blogspot.com/

** Hoy sería ¡1.10, por favor!

Comentarios

Viryulí ha dicho que…
Mechiii :) saluuuditos, y... amo el título que le pusiste al blog "paisajes de tinta", genial.
un pobrecito hablador ha dicho que…
"guarda el autógrafo codificado y automatizado" ... cómo se te ocurren estas cosas?

Son geniales! Serás del interior? Al principio observaba mucho a los colectiveros y su mundo. Me dí cuenta de esa comunicación extraña que tienen cuando se cruzan y siempre me pregunté por su significado. Muchas veces pensé que eran cuasi una logia que en realidad gobernaba el mundo, como los ciegos en Sobre Héroes y Tumbas. Tiempo después descubrí que se comunicaban.
Mechi Cerrotta ha dicho que…
un pobrecito hablador, recién leo tu comentario jaja no soy del interior, (tampoco soy de capital)

No me acuerdo cómo se me ocurrieron esas cosas, era una actividad de la facultad pero tampoco ya no me acuerdo la consigna... creo que estábamos trabajando con un movimiento literario que se llama "Patafísica".

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