Julián

 



Era malhumorado, chinchudo y un poco caracúlico (NO SÉ A QUIÉN ME HACE ACORDAR, NO SÉ), pero entraba al aula, se encendía la cámara o se ponía a hablar de alguno de sus proyectos y se le iluminaba la cara.

Gracias abuelo Julián por tener la llave de ese lugar mágico que es el Jardín Botánico de la Facultad y por darnos el privilegio de jugar ahí imaginando que estábamos metidos en la selva. Gracias por andar siempre con la cámara y llenarnos de fotos en la infancia. Gracias por las tarjetas, los cuadros, las etiquetas para los cuadernos. Gracias por los relatos de Rusia, Japón, Cuba y el Norte. Gracias por los "Oh, boy", los "voy a dar vuelta el auto" y por la risa aguda cuando algo le divertía.

Muchas veces me enojé porque sentí que no apreciaba que mamá heredó su pasión y dedicación por enseñar, Diego su creatividad y practicidad para dejar un rincón de la casa o del jardín hermoso, y que la abuela Maggie aprendió de él todo sobre plantas, porque la entusiasmó igual que a sus alumnos.

A los nietos nos dejó la constancia en el estudio. La pasión por lo que hacemos. La creatividad y el amor por la fotografía. (Y la cara de culo revoleando los ojos haciendo gesto de hinchado los huevos con las manos, que YA ES MEME) Ah! También unos cuantos libros con sus obras escaneadas, de regalo, por el mismo precio, con un CD para que se las plagiemos sin problemas.

A mí me queda su capacidad de entusiasmar al resto con lo que hago, su forma de escribir detallada y amena y su jodidez crónica.

Nos queda toda la vida para leer su currículum de 300 páginas. Ojalá todos nosotros juntos podamos producir todo lo que hizo en sus 84 años.

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